miércoles, 30 de marzo de 2016

La vida

Ella se creía una niña perfecta, una niña a la que cualquier persona querría parecerse. Una niña que conseguía todo lo que se proponía, su problema era que cuando por fin poseía aquello por lo que tanto había luchado, lo apartaba a un lado. Se convertía en una costumbre, perdía todo el valor que contenía. Siempre pensaba en el futuro, le inquietaba aquello que le pudiese pasar, sin darse cuenta que el presente era un regalo, porque hoy estaba aquí, pero mañana nadie sabía dónde. Quería ser perfecta, pero le daban miedo las piedras con las que pudiese tropezarse en el camino. Le angustiaba aquello que le dijesen los demás, pero no luchaba por hacerse feliz a ella misma. Sin embargo, no se dio cuenta que ellos solo intentaban hacerle daño. Esa niña creció, se lamentó por el tiempo perdido, sin darse cuenta que realmente lo que estaba haciendo, era perderlo aún más. Se dio cuenta que no había marcha atrás, que nada podía cambiar. Que de nada importaban las tallas, la ropa de marca, las fiestas a las que acudiese... Porque ella no era feliz y entonces se dio cuenta de que crecer no significaba cumplir años, era mucho más, era aumentar las experiencias, conocer nuevos amigos, hacer realmente lo que a ella le importaba, aunque se equivocase mil veces, tendría mil y una oportunidades más para mejorarlo. Y entonces esa niña creció de verdad. Y gracias a eso, sobrevivió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario