Ella se creía una niña perfecta, una niña a la que cualquier persona querría parecerse. Una niña que conseguía todo lo que se proponía, su problema era que cuando por fin poseía aquello por lo que tanto había luchado, lo apartaba a un lado. Se convertía en una costumbre, perdía todo el valor que contenía. Siempre pensaba en el futuro, le inquietaba aquello que le pudiese pasar, sin darse cuenta que el presente era un regalo, porque hoy estaba aquí, pero mañana nadie sabía dónde. Quería ser perfecta, pero le daban miedo las piedras con las que pudiese tropezarse en el camino. Le angustiaba aquello que le dijesen los demás, pero no luchaba por hacerse feliz a ella misma. Sin embargo, no se dio cuenta que ellos solo intentaban hacerle daño. Esa niña creció, se lamentó por el tiempo perdido, sin darse cuenta que realmente lo que estaba haciendo, era perderlo aún más. Se dio cuenta que no había marcha atrás, que nada podía cambiar. Que de nada importaban las tallas, la ropa de marca, las fiestas a las que acudiese... Porque ella no era feliz y entonces se dio cuenta de que crecer no significaba cumplir años, era mucho más, era aumentar las experiencias, conocer nuevos amigos, hacer realmente lo que a ella le importaba, aunque se equivocase mil veces, tendría mil y una oportunidades más para mejorarlo. Y entonces esa niña creció de verdad. Y gracias a eso, sobrevivió.
Drogas literarias y otros pensamientos robados
miércoles, 30 de marzo de 2016
miércoles, 23 de marzo de 2016
Mi pequeño homenaje a Bruselas
Las luces se apagaron
y el ruido nos rodeó,
las lágrimas inundaron
cada rincón del corazón.
Todo estaba vacío,
la gente desapareció,
el amargo dolor bañaba
cada estancia del recibidor.
Un sangriento 22 de marzo
que a todos nos marcó,
la vida ya no será lo mismo
sin aquel que nos dejó.
Los países se tiñen de luto,
todos recuerdan con hermandad
a aquellos que un día brillaron
pero que ayer alcanzó la mortandad.
Nuestro enemigo, las armas
aquellas presentes en cada batalla,
que un día destrozaron las almas
de aquellos que vivían en calma.
viernes, 11 de diciembre de 2015
Por fin
Día tras día los golpes son más intensos, los gritos que inundan la estancia son cada vez más desgarradores. No quiero residir ni un momento más en esta terrible habitación, espero que al final se dé cuenta y reaccione, antes de que sea demasiado tarde. Por fin realiza ese pequeño movimiento que durante tanto tiempo he estado esperando. Tiembla intensamente al descolgarme y noto como pulsa esas tres teclas que le cambiarán la vida. Espera unos segundos y soy partícipe de las palabras más reconfortantes que jamás alguien haya mencionado: "Teléfono de atención a la violencia contra la mujer, ¿en qué puedo ayudarle?"
viernes, 4 de diciembre de 2015
La actual situación política e informativa
domingo, 15 de noviembre de 2015
Y ahora, ¿qué?
Vivimos rodeados de dinero, de fama y poder. Enganchados a las redes sociales, con miles de amigos que ponen me gusta a cualquiera de tus imágenes, pero a los que después ves en la calle y no eres capaz de decirles ni un simple "hola".
Donde la popularidad se cuenta por las parejas que has tenido o las noches que has salido de fiesta, por la cantidad de fotos o seguidores que tienes en las redes sociales.
Y ahora, ¿qué?
Son los dramáticos sucesos como el de ayer, que día a día se repiten alrededor del mundo, o las terribles imágenes de las familias y los damnificados los que nos hacen ver la realidad de otra manera, desde otra perspectiva más real.
Porque son los sencillos gestos como un "te quiero" o una visita inesperada -hechos que no apreciamos- los que realmente demuestran quiénes somos.
Ayer fueron ellos, pero puede que mañana seamos nosotros.
Que hoy estamos aquí, pero mañana quién sabe. El ayer fue seguro, pero el mañana es incierto.
Esos sucesos no deben asustarnos, debemos salir a la calle y reír en medio de las lágrimas. El destino está escrito y nadie va a poder cambiarlo.
Así que si lloras que sea para después no parar de reír.
Sal a la calle, salta, baila, canta, grita... Pero que nadie te haga callar, porque la vida está llena de malos momentos, pero detrás de cada uno de ellos, hay miles de momentos mejores.
Aprecia lo que realmente vale la pena, porque tal vez mañana sea demasiado tarde.
lunes, 9 de noviembre de 2015
Indescriptible
Sé que nadie me va a ver, que nadie hablará de mí y que pasaré desapercibido ante la cantidad de miradas curiosas que se sitúan delante de mí.
Pero no, no me preocupa, porque me esperan los tres mejores días de mi vida. Atrás quedan tantas horas de ansia y espera, he dedicado toda mi vida a que llegara este momento.
Por fin ha llegado el primer día, ese que tanto anhelaba, son las ocho de la mañana y el suelo arde ante mí. Es la primera de muchas horas que me quedan por vivir, pero estoy ilusionado, incluso más que ella.
Todos aplauden, sé que no van dirigidos a mí, pero por un momento me siento especial.
La gente grita, una lágrima me cae encima, estoy eufórico, creo que hemos ganado y me siento orgulloso porque sé todo lo que ha luchado por conseguirlo y se lo merece.
Llega el segundo día, el suelo vibra de la emoción, pero ya no siento las mismas quemaduras de ayer.
He dormido poco, pero no estoy cansado. Me encuentro en el ecuador de mi corta vida y debo dar todo de mí para que todo salga bien.
Hoy es el día más importante para todos ellos, los pétalos inundan las aceras, el sol ilumina con toda su fuerza y el cielo tiene un color especial e indescriptible.
Miles de lágrimas inundan todos los rostros a mi alrededor, creo que no voy a poder soportar tanta presión, pero debo luchar.
Me duele todo, es el tercer y último día. Debo brillar con luz propia, sé que me necesita y no la voy a decepcionar.
Me estoy acostumbrando al ruido, ya no me molesta, es la última vez que volveré a sentir esta vibración debajo de mí y esos diez segundos se convierten en los diez segundos más cortos de mi vida. El humo invade todos los rincones y se respira fiesta y harmonía.
Las preocupaciones han desaparecido a mi alrededor, míralos, parecen niños, me alegra ver como disfrutan, pero sobretodo me entusiasma ver como disfruta ella.
Es el día más importante, al fin llega la esperada noche. Una noche mágica que cierra el año, pero abre otra nueva etapa.
El ruido que tanto me ha acompañado durante estos últimos días va a ser el encargado de cerrar estos tres días tan intensos.
Al fin veo el exterior, ella se aleja, veo como el fuego invade aquel monumento.
Ella llora, llora de la emoción, no puedo soportarlo y yo también exploto en llantos.
Veo como abraza a los otros tres protagonistas de este cuento que hoy llega a su fin, todos se encuentran emocionados, parece que han disfrutado igual que ella.
Escoge un pequeño recuerdo del que ha sido su reinado, pero, de repente, todo me parece confuso.
Recuerdo como unas manos me cogían con delicadeza y quitaban un poco de ceniza que se había metido en mi interior.
Ahora todo es oscuro y está en silencio, por mi mente pasan un sinfín de recuerdos, todos bajo esa enorme falda de color violeta que no me permitía ver mucho más allá.
Recuerdo la belleza de su pie izquierdo, mientras mi hermano me acompañaba al otro lado, en la parte derecha.
Me giro y lo veo allí, durmiendo, en su suela aún se puede apreciar un poco de aquel color rosa que cubría a la pequeña niña que ella estuvo a punto de escoger y que ahora tan solo es ceniza.
La oigo por última vez, son las palabras más bonitas, su voz suena entrecortada y dulce a la vez: Mamá, son los zapatos más cómodos que cualquier fallera mayor hubiese deseado llevar durante su reinado.
miércoles, 4 de noviembre de 2015
Y caí, caí en ese mundo
Tengo que admitirlo, me enganché.
Aquello era una droga, una droga que penetraba en todo mi cuerpo, provocando que perdiera mi noción del tiempo.
Podía pasarme minutos, horas y días enganchada a esa droga.
Era mi mundo, mi adicción; nadie podía controlarme, no quería salir de allí, no debía hacerlo.
Era la manera más fácil de huir de mis problemas, de una vida que me oprimía.
Ahora los entiendo, por eso, no los juzgo. Yo también caí en la tentación, en uno de los mayores pecados que guarda el universo.
Tal vez, si no lo hubiese contado, nadie lo sabría, no lo solía manifestar. Pero no, no me arrepiento, lo volvería a probar una y mil veces más.
Era una sensación indescriptible, cada vello de mi piel se erizaba con tan solo tocarlo.
Al fin comprendía los efectos de los que tanto me habían hablado: aceleraba mi sistema nervioso, modificaba mi manera de pensar, de funcionar, dejé de relacionarme con los demás... pero no era capaz de enfrentarme a los desafíos que me proporcionaba la realidad.
Ellos eran mi realidad, ellos tenían el mundo que yo siempre había anhelado y ellos eran mi refugio.
Personajes que me habían acompañado a través de cientos, incluso miles, de páginas; historias de amor, desamor, odio, ciencia ficción, policías...
Aquella era la mayor droga y el mejor antídoto para sobrevivir.
Los libros eran mi supervivencia, mi estilo de vida y mi mayor adicción. Su poder sobre mí absorbía hasta la última gota de sangre .
Y aquella era la mejor sensación, la sensación de vivir.