miércoles, 4 de noviembre de 2015

Y caí, caí en ese mundo

Tengo que admitirlo, me enganché.
Aquello era una droga, una droga que penetraba en todo mi cuerpo, provocando que perdiera mi noción del tiempo.
Podía pasarme minutos, horas y días enganchada a esa droga.
Era mi mundo, mi adicción; nadie podía controlarme, no quería salir de allí, no debía hacerlo.
Era la manera más fácil de huir de mis problemas, de una vida que me oprimía.
Ahora los entiendo, por eso, no los juzgo. Yo también caí en la tentación, en uno de los mayores pecados que guarda el universo.
Tal vez, si no lo hubiese contado, nadie lo sabría, no lo solía manifestar. Pero no, no me arrepiento, lo volvería a probar una y mil veces más.
Era una sensación indescriptible, cada vello de mi piel se erizaba con tan solo tocarlo.
Al fin comprendía los efectos de los que tanto me habían hablado: aceleraba mi sistema nervioso, modificaba mi manera de pensar, de funcionar, dejé de relacionarme con los demás... pero no era capaz de enfrentarme a los desafíos que me proporcionaba la realidad.
Ellos eran mi realidad, ellos tenían el mundo que yo siempre había anhelado y ellos eran mi refugio.
Personajes que me habían acompañado a través de cientos, incluso miles, de páginas; historias de amor, desamor, odio, ciencia ficción, policías...
Aquella era la mayor droga y el mejor antídoto para sobrevivir.
Los libros eran mi supervivencia, mi estilo de vida y mi mayor adicción. Su poder sobre mí absorbía hasta la última gota de sangre .
Y aquella era la mejor sensación, la sensación de vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario